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La filial del EI vinculada al atentado de Moscú tiene ambiciones globales

Este mes se cumplen cinco años desde que una milicia kurda y árabe respaldada por Estados Unidos expulsó a los combatientes del Estado Islámico de un pueblo del este de Siria, el último reducto territorial del grupo.

Desde entonces, la organización que en su día se autoproclamó califato en Irak y Siria se ha convertido en un grupo terrorista más tradicional: una red clandestina de células que, desde África Occidental hasta el Sudeste Asiático, se dedican a cometer atentados de guerrilla, ataques con bomba y asesinatos selectivos.

Ninguna de las filiales del grupo ha sido tan implacable como el Estado Islámico de Jorasán, que tiene operaciones en Afganistán, Pakistán e Irán y ha puesto la mira en atacar Europa y más allá. Las autoridades estadounidenses afirman que el grupo realizó el atentado cerca de Moscú del viernes que mató a decenas de personas e hirió a muchas otras.

En enero, el Estado Islámico de Jorasán, o ISIS-K, por su sigla en inglés, llevó a cabo dos atentados en Irán que causaron decenas de muertos y centenares de heridos en un servicio en memoria del exgeneral iraní Qasem Suleimani, quien cuatro años antes fue blanco de un ataque estadounidense con drones.

“La amenaza del EI”, dijo Avril Haines, directora de inteligencia nacional, ante un panel del Senado este mes, “sigue siendo una preocupación significativa contra el terrorismo”. La mayoría de los atentados “realizados globalmente por el EI se han producido en realidad por partes del EI que están fuera de Afganistán”, dijo refiriéndose al Estado Islámico, conocido en inglés como ISIS.

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