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A Gabriela Wiener no le importa si no crees que su trabajo es literatura

De niña, la escritora peruana Gabriela Wiener temía las visitas escolares a los museos en Lima, la capital.

Cuando su clase se acercaba a las vitrinas que contenían las figuras de cerámica precolombina conocidas como huaco retratos, ella comenzaba a temblar. Los rostros de las piezas, que se cree que representan a miembros notables de la cultura mochica, tenían un parecido innegable con el de ella.

Las burlas e insultos llegaban sin falta: “Ahí está Gabriela”, recordó que gritaban sus compañeros. “Cara de india, cara de huaco”. Parecer indígena, ser marrón y no blanca en el Perú de la década de 1980, significaba ser fea, indeseable, o al menos eso es lo que sintió durante mucho tiempo.

“El colonialismo no es algo que haya pasado, sino que sigue latiendo en nuestras vidas, en nuestras camas, en nuestras familias, nuestra sociedad”, dijo Wiener, de pie delante de una de estas piezas en el Museo Metropolitano, durante una reciente visita a Nueva York.

Figuras precolombinas conocidas como huaco retratos son la base de la metáfora central del libro.Credit…Museo Metropolitano de Arte

Varias décadas y libros después, los huaco retratos ya no son recipientes de dolorosos recuerdos de la infancia para Wiener, quizás la voz más irreverente y atrevida de la nueva generación de escritoras latinoamericanas. Las esculturas se han convertido en un instrumento para “descolonizarse” y reclamar su identidad, afirmó; la metáfora es la columna vertebral de su novela Huaco retrato, publicada el 26 de septiembre en inglés por HarperVia, con el nombre de Undiscovered, traducida por Julia Sanches.

Huaco retrato explora un conflicto central en la identidad de Wiener. Ella es marrón, una “chola” orgullosa, empleando el término despectivo que usan los peruanos para referirse a las personas de ascendencia indígena. Pero también es la probable descendiente de Charles Wiener, un explorador austriaco que luego se hizo francés, que viajó a Perú en el siglo XIX y se hizo conocido por casi haber encontrado Machu Picchu: llegó hasta Ollantaytambo, donde los lugareños le contaron sobre la ciudad abandonada de los incas. Wiener lo menciona por su nombre en sus notas, pero nunca llegó a las ruinas.

Charles Wiener dejó tras de sí un rastro de violencia y saqueo colonial que la novela examina, mezclando realidad con ficción. Lo que se sabe sobre el Wiener antepasado es que, cuando salió de Perú hacia Francia, se llevó miles de artefactos precolombinos, incluidos huaco retratos, que ayudaron a construir la colección del Museo del Hombre de la capital francesa. En un libro que escribió sobre sus expediciones al Perú, Charles Wiener también relata haber comprado un niño llamado Juany llevárselo a Europa.

A cambio, dejó un hijo que tuvo con una mujer indígena: el comienzo del linaje mestizo que, según la historia transmitida por la familia, conduciría a Gabriela Wiener. Al reconstruir los pasos del patriarca y entrelazar la historia personal y oficial, la escritora desenmascara a su antepasado como la fuerza que forjó muchas de sus heridas.

“Es un libro que habla de todos los imperialismos desde un lugar muy cotidiano, muy íntimo, muy desde la experiencia”, dijo.

¿La conclusión? Gabriela Wiener quiere descolonizarlo todo: el estatus de la blancura como indicador de belleza, la mitología en torno a Charles Wiener en un clan que todavía está orgulloso de su apellido que suena europeo, los secretos familiares.

Huaco retrato no es el primer libro en el que Wiener lidia resueltamente con verdades incómodas. A los lectores familiarizados con sus anteriores libros y con las entrevistas que ha concedido a lo largo de los años, puede parecerles que ha explorado prácticamente todos los problemas espinosos a los que se enfrenta la sociedad actual.

“La intimidad, la vulnerabilidad, la vergüenza, lo oscuro, lo que callamos, son mis materiales de creación y de arte”, dijo Wiener. “Y al mismo tiempo, eso hace que sea también una obra de denuncia”.

Además de la raza, el sexo también ha estado en el centro de la escritura de Wiener. En 2008, mientras trabajaba como periodista, escribió Sexografías, una colección de crónicas gonzo en primera persona que exploraban, sin restricciones, varios aspectos de la sexualidad. Escribió abiertamente sobre sus gustos por la pornografía y sus experiencias con la donación de óvulos, sobre la eyaculación femenina, un encuentro sexual con una estrella porno y visitas a clubes de intercambio de parejas.

Antes de que el poliamor se popularizara, antes de que el término “no monogamia ética” se propagara en las aplicaciones de citas, Wiener ya hablaba abiertamente de la compleja relación poliamorosa que tenía con su marido de toda la vida, el poeta Jaime Rodríguez Zavaleta, y una española.

En 2018 y 2019, escribió y actuó en una obra corta llamada Qué locura enamorarme yo de ti, por la canción de salsa ochentera de Eddie Santiago. La puesta en escena dejó al descubierto los enigmas emocionales que atormentaban una relación poliamorosa por lo demás feliz, que incluía la crianza compartida de dos hijos.

Las tensiones y contradicciones de la relación poliamorosa, que terminó recientemente, están bajo escrutinio en su más reciente novela: ¿Por qué la autora sigue siendo infiel si ya está en una relación abierta? ¿Hay lugar para los celos en el amor no monógamo? ¿La española realmente se siente atraída por ella o tiene complejo de salvadora blanca?

“Todas mis historias tratan de esta gente que tengo cerca para hablar sobre temas que nos competen a todos”, dijo Wiener.

Wiener siempre está transgrediendo los límites, examinando temas que otros consideran tabú, dijo Daniel Alarcón, novelista y presentador de Radio Ambulante.Credit…Amir Hamja/The New York Times

Escribir abiertamente sobre las personas en su vida la ha metido en problemas, dijo Wiener, pero ella les reconoce bastante por seguirle el juego. “Son coescritores conmigo”, dijo. “Me aburre mucho, como toda esta idea de la individualidad del artista”.

Wiener, que vive en España desde 2003, también ha escrito sobre su experiencia como inmigrante en Llamada perdida y sobre distintas maneras de acercarnos al embarazo y la maternidad en Nueve lunas (publicado en inglés con el título de Nine Moons, por Restless Books).

“Gabriela siempre está cruzando los límites y tratando de que estos temas no sean tabúes”, dijo el novelista y periodista peruano Daniel Alarcón. “Ella siempre está abriendo puertas”.

Alarcón, presentador del pódcast en español Radio Ambulante, contó con la participación de Wiener en un episodio sobre la fealdad donde la escritora explicó lo que significaba para ella sentirse poco agraciada. En él, leyó una lista de todas las imperfecciones que percibía en ella misma.

“Mis dientes torcidos. Mis rodillas negras. Mis brazos gordos. Mis pechos caídos. Mis ojos pequeños clavados en dos bolsas de ojeras negras. Mi nariz brillante y granujienta. Mis pelos negros de bruja”.

El inventario seguía y seguía.

Lo que sucedió después es exactamente lo que Wiener esperaba: “que un montón de mujeres vengan a decirme que las liberó acerca de su propio complejo físico”, dijo. “Eso es lo que pasa. Tú creas y eso se puede convertir en algo que movilice cosas”.

Este enfoque poco convencional y kamikaze de la escritura ha llevado a los críticos a etiquetar su trabajo no como literatura, sino como “testimonio”. Pero a ella no podría importarle menos lo que piensen los críticos literarios, dijo. “Cada vez me siento menos escritora de verdad. A mucha honra”.

Hoy en día, Wiener se considera una “trabajadora del libro”, señaló, más cercana a quienes han hecho arte a partir de su dolor, como Nan Goldin, quien se tomó autorretratos después de haber sido golpeada por su novio. En un homenaje a Goldin, Wiener entrevistó a un examante que le había dado un puñetazo en la cara para su libro Dicen de mí, una colección de conversaciones sobre ella misma con familiares y amigos.

Para Wiener, lo político está entretejido en su escritura, pero también va más allá, trasciende hacia el activismo.

Es una feminista antirracista que habla sin rodeos y que en sus columnas de opinión en periódicos españoles (y ocasionalmente en el Times) ha denunciado furiosamente, entre otras cosas, el colonialismo español. Señaló, por ejemplo, que el 12 de octubre, día en que se conmemora la llegada de Colón al continente americano, es la principal fiesta nacional en España.

“Como peruana y latinoamericana estoy en esa búsqueda de restitución y de volver a poner en debate el tema de la memoria histórica colonial”.Credit…María Sánchez Díez/The New York Times

En 2020, participó en una protesta en la que un grupo de activistas derramó pintura roja sobre la estatua de Cristóbal Colón que se alza imponente sobre la plaza homónima en Madrid, para simbolizar el “genocidio sangriento” de los pueblos indígenas en América. Durante esta entrevista, cuando Wiener se enteró de que Manhattan tiene su propia estatua de Colón, un monumento de 23 metros en el medio de Columbus Circle, insistió en pasar por allí.

“Ofende y hiere a gente y ahí está, tan oronda. En medio de todo, en un lugar absolutamente céntrico, intacto”, dijo mirando hacia arriba.

Luego, intentó subir al pedestal, mientras un grupo de oficinistas y turistas almorzaban bajo el sol.


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