Así fue el cónclave que eligió a Robert Prevost como papa

Los cardenales que elegían a un nuevo papa para dirigir la Iglesia católica abandonaron la Capilla Sixtina exhaustos y hambrientos.

La meditación para iniciar el cónclave se había alargado y con eso la primera votación se postergó hasta la noche del miércoles. Dio como resultado un conteo no concluyente, con tres contendientes principales. Manteniendo su juramento de guardar secreto, regresaron a Casa Santa Marta, la casa de huéspedes donde estaban aislados sin sus teléfonos, y empezaron a hablar.

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Durante la cena, mientras un cardenal que no come gluten escogía verduras y otros se encogían de hombros ante la comida sencilla, sopesaron sus opciones. El cardenal Pietro Parolin, de 70 años, el italiano que dirigió el Vaticano con el papa Francisco, había entrado en el cónclave como favorito, pero no había recibido un apoyo abrumador durante la votación. Los italianos estaban divididos, y a algunos de los cardenales presentes en la sala les había molestado que no hiciera hincapié en las reuniones colaborativas a las que Francisco dio prioridad para gobernar la Iglesia.

El cardenal Peter Erdo de Hungría, de 72 años, respaldado por una coalición de conservadores que incluía a algunos partidarios africanos, no tenía forma de ganar impulso en un electorado ampliamente designado por Francisco.

Eso dejó al cardenal Robert Francis Prevost, de 69 años, un discreto y enigmático estadounidense que sorprendentemente surgió en la votación de la noche como fuente de especial interés.

El cardenal Pietro Parolin de Italia, el cardenal Peter Erdo de Hungría y el cardenal Robert Francis Prevost de Estados Unidos se convirtieron en los principales candidatos durante el cónclave.Credit…Michal Cizek/Agence France-Presse — Getty Images; Peter Lakatos/EPA, vía Shutterstock; Riccardo De Luca/Associated Press

Misionero, convertido en líder de una orden religiosa, convertido en obispo peruano, convertido en actor de poder en el Vaticano, cumplía muchos de los requisitos que un amplio abanico de cardenales esperaba tener. Su aparente capacidad para ser de dos lugares a la vez —América del Norte y América del Sur— agradó a cardenales de dos continentes. Cuando los prelados sondearon a los cardenales latinoamericanos que lo conocían bien, les gustó lo que escucharon.

Durante la cena, Prevost evitó toda politiquería o maquinación evidente, dijeron los cardenales. Cuando llegó la mañana, se había transformado en una fuerza segura que, al final, dejó poco espacio para las candidaturas rivales y los bandos ideológicos.

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“Empiezas a ver un rumbo y dices: ‘Cielos, no voy a usar toda la ropa que traje para cinco días’”, bromeó el cardenal Pablo Virgilio Siongco David, de Filipinas. “Se va a resolver muy rápido”.

Relatos de personas al interior del Vaticano y entrevistas con más de una decena de cardenales, que solo podían revelar algunas cosas debido a las normas de secreto que conllevan la pena de excomunión, contaron la historia de cómo Prevost se convirtió en el papa León XIV. El rápido y asombroso consenso que aplastó tabúes y giró en torno a un estadounidense desconocido para muchos fuera de la Iglesia se produjo el jueves entre un Colegio Cardenalicio difícil de manejar, con muchos miembros nuevos que no se conocían entre sí. Tenían intereses, idiomas y prioridades diferentes, pero una única opción.

Crear apoyo

Tras la muerte de Francisco el 21 de abril, empezaron a llegar a Roma cardenales de todo el mundo. Se unieron a poderosos personajes del Vaticano que dirigían la burocracia eclesiástica, entre ellos Prevost, cuya carrera había impulsado Francisco.

A pesar de su profundo conocimiento del Vaticano, Prevost seguía siendo uno de los novatos, pues no llevaba ni dos años como cardenal. Y tenía preguntas sobre el cónclave.

Pidió ayuda a alguien que, según los reportes, era uno de los candidatos favoritos, el cardenal filipino Luis Antonio Gokim Tagle.

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“‘¿Cómo funciona esto?’”, dijo el estadounidense, según Tagle, quien relató la conversación. “Yo tenía experiencia en un cónclave”, dijo Tagle, “y él no”.

El cardenal Parolin, el cardenal Luis Antonio Tagle y el cardenal Prevost en una misa celebrada por Francisco el mes pasado.Credit…Antonio Masiello/Getty Images

A diferencia de Tagle, su nombre no tenía el reconocimiento que se consideraba necesario en una elección entre tantos cardenales nuevos que apenas se conocían entre sí. Sin un perfil prominente ni una base de apoyo visible, el graduado de Villanova y nacido en Chicago, pasó desapercibido.

“Ni siquiera conocía su nombre”, dijo David, de Filipinas.

Pero Prevost no era un completo desconocido. Como antiguo líder de la Orden de San Agustín, que opera en todo el mundo, y como jefe de la oficina vaticana que supervisa a los obispos del mundo, había desarrollado poderosas conexiones y apoyos. El primero de ellos había sido Francisco, quien puso su carrera en la vía rápida. Y sus décadas en Perú, su fluido español y su liderazgo de la Pontificia Comisión para América Latina le proporcionaron profundas, y decisivas, relaciones en el continente.

“Casi todos lo conocemos. Es uno de los nuestros”, dijo el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, de Venezuela, quien lo conoce desde hace décadas.

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En las semanas previas al cónclave, los cardenales participaron en una serie de reuniones privadas para debatir sus preocupaciones sobre el futuro de la Iglesia. A diferencia de Francisco, que dejó su impronta con un breve discurso en el que compartió su visión de la Iglesia, varios cardenales dijeron que los comentarios de Prevost no destacaron. “Como todos los demás”, dijo el cardenal Juan José Omella Omella, de España.

El cardenal Jean-Paul Vesco de Francia, arzobispo de Argel, tampoco pudo recordar lo que dijo el estadounidense, pero pudo hablar con él al margen de las reuniones, lo cual era importante, dijo, porque cada vez se hablaba más de él como candidato basándose en su “increíble” currículum, su italiano fluido, su reputación de persona moderada y su conexión con Francisco. El cardenal empezó a preguntar a personas que habían trabajado con el estadounidense para investigarlo, y se enteró de que escuchaba y trabajaba bien en grupo. “Hice mi trabajo”, dijo Vesco. “Tengo que votar. Tengo que conocer a la persona”.

El cardenal Wilton Gregory, de Estados Unidos, también dijo que Prevost había participado “con bastante eficacia” en las conversaciones en grupos más pequeños con los cardenales.

Cardenales saliendo de una reunión previa al cónclave, el lunes en Roma. Muchas de las conversaciones importantes para determinar el nuevo papa tuvieron lugar al margen.Credit…Murad Sezer/Reuters

Esos entornos más íntimos favorecían las virtudes de Prevost, que se había labrado una reputación en Roma como colaborador estudioso, colegiado y organizado, especialmente como alto jefe de un departamento del Vaticano.

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“Simplemente admiro la forma en que dirige una reunión”, dijo el cardenal Blase Cupich, de Chicago, su ciudad natal. “Quiero decir, eso es difícil de hacer, cuando tienes gente de diferentes grupos lingüísticos y culturas, y estás intentando aconsejar a un papa sobre quién debe ser obispo, y estás escuchando a toda esa gente”.

El sábado 3 de mayo, cinco días antes del cónclave, los cardenales echaron suertes y asignaron los papeles clave. Con la asistencia de 127 de los 133 que finalmente votaron, Prevost fue elegido para ayudar dirigiendo las reuniones diarias antes de que fueran aislados y comenzara la votación.

Mientras las distintas facciones discutían en esas reuniones diarias sobre la futura dirección de la Iglesia, los cardenales de las Américas parecieron unirse en torno a él.

El cardenal Timothy Dolan de Nueva York, una figura franca y sociable, dijo que intentó conocer mejor a su colega estadounidense en un desayuno.

El cardenal Gerhard Ludwig Müller de Alemania señaló una base electoral que parecía estar formándose, diciendo: “es una buena cantidad de cardenales de Sudamérica, Norteamérica”.

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Porras, de Venezuela, dijo que los cardenales de América Latina y Estados Unidos parecían estar de acuerdo con Prevost. “Cuando primero hay amistad”, dijo, “todo es más fácil”.

Cuanto más aprendían los cardenales sobre Prevost, más les gustaba, dijeron. “Bob, podrían proponerte esto”, dijo el cardenal Joseph Tobin, de Newark, Nueva Jersey, que le mencionó a Prevost poco antes de que comenzara el cónclave.

Prevost tenía mucha de la experiencia que buscaban, dijo el cardenal Vincent Nichols, de Inglaterra. Tenía el corazón de un misionero, profundidad académica y conocimiento del mundo. Había dirigido una diócesis como obispo, lo que lo ponía en contacto cercano con los feligreses, pero también había trabajado en la curia, la burocracia romana que ayuda a gobernar la Iglesia.

A los cardenales no se les escapó, dijo Nichols, que Parolin, el principal diplomático del Vaticano, a quien sus partidarios promovían dentro y fuera del cónclave, solo tenía una profunda experiencia en la burocracia eclesiástica.

“No somos estúpidos”, dijo.

Destinos que cambiaron velozmente

El miércoles, tras una larga y solemne procesión hasta la Capilla Sixtina, los cardenales tomaron sus asientos asignados y pronunciaron sus juramentos. Poco antes de las 6 p. m. se cerraron las puertas para el comienzo del cónclave.

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La meditación del comienzo, comentarios sobre la gravedad de la tarea que tenían entre manos, duró cerca de una hora, tanto tiempo que Parolin, quien dirigía el cónclave, les preguntó si querían dar por terminada la reunión y retrasar la primera votación hasta la mañana siguiente.

“No cenamos y tampoco hubo descansos para ir al baño”, dijo David de Filipinas, pero el grupo decidió que quería votar.

Cuando inició la votación, hacia las 7:30 p. m., el retraso, del que no tuvo explicación el mundo exterior, causó revuelo entre la multitud que esperaba. Parecía que tal vez los cardenales ya habían elegido a un papa que se estaba vistiendo para salir al balcón.

En lugar de eso, la primera votación de aquella noche equivalió a lo que Omella de España llamó “un poco de sondeo preliminar”.

“En la primera votación, hubo varios candidatos que obtuvieron votos significativos”, dijo el cardenal surcoreano Lazarus You Heung-sik, según la agencia de noticias surcoreana Yonhap. Fuentes internas del Vaticano dijeron que entre esos candidatos se encontraban los cardenales Parolin, Erdo y Prevost.

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Fue entonces cuando los cardenales regresaron a la casa de huéspedes y empezaron a discutir los puntos fuertes y débiles de los hombres.

“Una vez en Santa Marta, se habló de los candidatos individuales”, dijo Nichols de Inglaterra. “Eso es lo que debemos hacer”.

Müller de Alemania, un destacado crítico conservador de Francisco a quien el difunto papa había despedido de su cargo de máximo responsable doctrinal de la Iglesia, dijo que había hablado con los latinoamericanos sobre Prevost y que le habían dicho que “no era divisivo”.

El clima para Prevost parecía cada vez más positivo. La elección se le acercaba.

Las votaciones de la mañana siguiente —la segunda y la tercera del cónclave— aclararon el panorama.

La Basílica de San Pedro el jueves. Para muchos de los que estaban fuera, el final del cónclave fue inesperadamente rápido.Credit…Hannah McKay/Reuters

“En la cuarta votación, las papeletas se inclinaron abrumadoramente” hacia Prevost, dijo You de Corea del Sur.

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Müller se sentó detrás del favorito estadounidense en la Capilla Sixtina y observó que parecía tranquilo. Tagle, quien estaba sentado junto a Prevost, se dio cuenta de que respiraba profundamente mientras se acumulaban los votos a su favor.

“Le pregunté: ‘¿Quieres un dulce?’ y dijo ‘Sí’”, dijo Tagle.

Durante una de las votaciones, Tobin, mientras sostenía su papeleta en alto y la introducía en la urna, se dio la vuelta y vio a Prevost, a quien conoce desde hace unos 30 años.

“Eché un vistazo a Bob”, dijo Tobin de Nueva Jersey, “y tenía la cabeza entre las manos”.

Más avanzada la tarde, volvieron a votar, y luego contaron las papeletas una por una. Cuando Prevost alcanzó los 89 votos, el umbral de mayoría de dos tercios necesario para convertirse en papa, la sala estalló en una ovación de pie. ”¡Y él siguió sentado!”, dijo David. “Alguien tuvo que levantarlo. A todos se nos salían las lágrimas”.

Mientras continuaba el conteo y los votos a favor de Prevost se acercaban a los tres dígitos, Parolin tuvo que pedirles que se sentaran para poder terminar.

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“Obtuvo una mayoría muy, muy amplia de votos”, dijo el cardenal Désiré Tsarahazana de Madagascar.

Tras su elección, los cardenales felicitaron con entusiasmo al nuevo papa. Había terminado un cónclave breve y sin polémicas, y León XIV atravesó las cortinas carmesí para salir al balcón de la Basílica de San Pedro y al escenario mundial.

Tagle, quien fuera el favorito y a quien días antes el estadounidense había preguntado sobre las reglas, le dijo: “‘Si hay algo que quieras cambiar sobre las reglas del cónclave, ahora está todo en tus manos’”.

El humo blanco que señaló la elección del papa León XIV.Credit…Christopher Furlong/Getty Images

Aie Balagtas See colaboró con reportería desde Manila; Josephine de La Bruyère desde Ciudad del Vaticano y Choe Sang-Hun desde Seúl.

Jason Horowitz es el jefe del buró en Roma; cubre Italia, el Vaticano, Grecia y otros sitios del sur de Europa.

Emma Bubola es una reportera del Times radicada en Roma.

Elizabeth Diases la corresponsal nacional de religión del Times, y cubre temas de fe, política y valores.

Patricia Mazzei es la reportera principal del Times en Miami, y cubre Florida y Puerto Rico.